jueves, 15 de enero de 2009

La amiga, ella y yo (male)


La amiga y nosotros

Primera parte: La amiga, ella y yo (male)

Eran ya tanto días con esta sensación, que me volvía loco esperando todavía no sabía el qué, encerrado entre estas cuatro paredes de mi piso de alquiler, impersonal y hecho un caos, mi pierna rota me mantenía casi inmóvil en mi cama, aunque no conseguía que mi cabeza se contagiara de esta paz forzada y descansará al fin algo, notaba que la ansiedad estaba pudiendo conmigo poco a poco.

Sonó el móvil, pensé, otra vez del despacho, pero era ella, hacía meses que no sabíamos nada el uno del otro, me pareció muy seria, nerviosa, sólo me dijo atropellada que había sabido casualmente de mi accidente y pasaría un momento con una amiga para saludarme ya que estaba en Barcelona por unas horas y seguía camino de regreso para el sur. Le dije que pidiera la llave al portero que estaría avisado y que pasarán, ya sabía el camino.

Mientras las esperaba, intentando adecentar algo el dormitorio, aún sorprendido por su llamada, empecé a recordar los momentos vividos hacía algunos meses, aquello ya pasó pero siempre me quedó la sensación de ser un asunto inacabado, nos faltó regalarnos una despedida en condiciones para nuestra historia, una sonrisa empezaba a dibujarse en mi cara cuando el timbre me sobresaltó en mis pensamientos.

La oí llamándome con voz dubitativa, pero en seguida unos tacones se acercaron a la puerta y la vi enmarcaba en el hueco, a contraluz apenas la distinguía pero no había olvidado su silueta, aún de vez me daba un homenaje sobre su fotografía, una dedicada sólo para mí , algo más delgada quizás ,me pareció, pero espléndida como siempre.

- Me pediste un regalo, un regalo muy especial y ahora sé que lo necesitas – me dijo y sin más explicaciones, se volvió hacia la puerta, y apareció la amiga, muy guapa, morena, melena lacia, alta, espectacular, cuando me saludó su acento exótico y grave me agradó y provocó en mí un latigazo salvaje de deseo.

No podía dejar de mirarlas, entre mi desconcierto un recuerdo se hacía paso, y comencé a sonrojarme, no podía ser verdad, siempre había fantaseado con un trío y ella lo sabía, se lo había pedido aunque nunca lo había conseguido, pero por lo que leía en los ojos de ella, tensos, expectantes y en los de la amiga pícaros y confiados , parecía que mi momento había llegado.

Ella se acercó a mí y sin preámbulos, empezó a besarme, con furia, hambrienta, fue su lengua la que me invadió, me gustó, notaba como su cuerpo temblaba sin control, y entre sus besos sentí que las sábanas se deslizaban y que unas manos acariciaban mi pierna sana camino de mi entrepierna, era la amiga que tomaba posiciones, el cuerpo de ella, tapaba mi visión pero eso me causaba más placer, no saber por donde y cuando iba a ser tocado, recibir a ciegas mil caricias lo hacía todavía si cabe más excitante, la amiga despacito había bajado algo mi pantalón, la escayola no daba mucho espacio pero en seguida noté mi polla manipulada, creo que mi erección ya había empezado en el momento en que la posibilidad de la fantasía cumplida había pasado por mi cabeza por lo que en estos momentos estaba ya plena, sólo el pensamiento de cuatro manos y dos lenguas afanándose en mí era el mejor afrodisíaco.

Me alarmé cuando ella se retiró hacia una esquina de la cama, por un momento sentí que no era capaz de soportar la situación y egoístamente pensé, esto se acaba, amigo, hasta que vi sus ojos, apenas abiertos pero que parecían querer entrar en mí, decirme tanto, comenzó a desnudarse, la amiga ya lo había hecho, me había perdido el momento pero ahora disfrutaba de su cuerpo que poco a poco acercaba , su boca succionaba despacio mientras su culo quedó a mi altura, mis manos la buscaban mientras mis ojos estaban fijos de nuevo en ella que ya desnuda y de rodillas se acariciaba, eran dos cuerpos pero los sentía como uno, me creía drogado, superado por tantas sensaciones ya descontroladas.

La amiga reclamó mi atención, en perfecto sesenta y nueve nos saciábamos, me concentré en lamer esa almejita carnosa que se me ofrecía, mientras oía cada vez más fuertes los gemidos de ella mientras se masturbaba frenética ante nuestra imagen gozando, no sé en qué momento fue el coño de ella el que estuvo sobre mi boca mientras la amiga frente a ella ahora, me aprisionó entre sus muslos, en perfecto triángulo , éramos pirámide del sexo, tres vértices por donde el placer corría , nuestras respiraciones se acompasaron al chirriar de la cama cada vez más gritona, la amiga me anunciaba con su movimiento envolvente como anaconda furiosa que su orgasmo ya llegaba, cuando ya no pude más me dejé ir, aullé de dolor y placer por mi pierna enferma que se tensaba y estiraba como todo mi cuerpo en movimiento reflejo que no era capaz ni quería reprimir, mi lengua ya sin ritmo inmersa en mi propio placer notó el pulso del coño de ella que me inundaba la cara y la oí al fin soplar.

Anclado en mi colchón como una roca en un mar de lujuria y a mis propias emociones inflamadas, las dejé hacer una y otra vez , inmersos en una locura de sensaciones apenas notamos que la luna acariciaba ya nuestros cuerpos dejando que el tiempo resbalara sin apenas sentirlo.

Me desperté, la luz inundaba ya mi habitación, mientras mis ojos hacían por volver al mundo , mis manos buscaban pero no encontraron nada, estaba solo en mi cama, sin rastro de ella y la amiga, la medicación sobre la mesilla de noche me hizo dudar, era muy fuerte pero al intentar moverme el dolor por todo mi cuerpo fue mi respuesta, con una media sonrisa cerré de nuevo los ojos para volver a dormirme, tal vez rememorar, mientras pensaba: bonita despedida la de ella.



Fotografías Arno Rafael Minkkinen - Self- protrait y Jean Jacques André - Jeudí




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