miércoles, 25 de marzo de 2009

El sapo que me trajo la primavera




"La mejor manera de librarme de la tentación es caer en ella". Oscar Wilde.



"El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He aquí por qué se nos escapa el presente". Gustave Flauber.




Desde primera hora del día sabía que hoy acabaría en uno de mis lugares preferidos, de vez en cuando me gusta escaparme unos minutos y asomarme a el mirador del Rabal Roig desde donde el mar se me hace confidente, en mañanas como hoy brillantes, pero sobretodo en los días lluviosos, quizás por lo escasos, bajo el paraguas, y ver cómo donde desde arriba nos devuelven las lagrimas en consuelo perpetuo.





Dudaba entre cruzar la pasarela y ser una protagonista más o quedarme allí observando, viviendo a través de esas motas anónimas o de mis historias medio inventadas , ser il primo vere y reverdecer o continuar hibernando como mi ordenador ya tocado de la batería, debate vital entre lo que debiera ser y lo que realmente era, en ello estaba cuando el alambre invisible de la casualidad otros diréis que del destino, tiró de mi cabeza y retorciéndola, me enfrentó a él, allí estaba, calle abajo en dirección a la biblioteca, mi amigo Cesar, cuántos años sin vernos!, y qué guapo estaba!, todavía la quedaba mucho del encantador de serpientes que fue, camisa de manga larga con los puños un poco arremangados, como me gusta ver a los hombres en sus días sin corbatas, imaginándolos como seres correctos y controlados dispuestos a romper sus normas por mí en cualquier momento y lugar, rincones oscuros o no tanto.





Cesar, era el hermano un año mayor de mi mejor amiga, Lola, mi laotong * de la adolescencia hasta que ella se casó nada más terminar sus estudios.





Él también me había visto y venía hacia mí, ya casi estaba aquí con su sonrisa de siempre, la que hacía malas a las buenas niñas que sin embargo tocaban con él el cielo, coincidimos luego en la universidad, en económicas, y entre sus continuos roneos de galán con toda la que él quisiera y mi idilio con un jugador de futbol compañero que se encaprichó de mí, salimos un par de veces, recordaba todo aquello risueña porque yo también quise ser mala y él mi aupador al cielo, pero el peso fraterno y la amistad pudo más y todo quedó ahí. Después supe que se había casado y separado mientras yo me entretuve en mi eterno ni contigo ni sin ti casi más de veinte años, demasiado tiempo casi, casi no vivido …... granitos de arena de un reloj que antes o después caen en el mismo lugar pero a kilómetros de distancia en el desierto o uno junto a otro según le tercie al azar.





Nos saludamos y como ambos íbamos a la biblioteca, nos fuimos para allá, mientras nos poníamos al día de nuestras vidas, juntos buscamos una sala y lo cierto es que por una u otra razón fuimos rechazándolas todas a pesar de ser al menos por mi parte las que utilizaba habitualmente pero lo cierto es que acabamos en la última de la segunda planta, estaba vacía pero nos sentamos uno en frente del otro en una de las mesas del fondo, abrimos nuestros porta documentos y ordenadores e iniciamos la pantomima de que trabajábamos en nuestros proyectos, pero yo no podía dejar de mirarlo abiertamente, a estas alturas ya no era tiempo de remilgos ni disimulos, acomodé la barbilla sobre mis dos manos y me propuse hacerle una foto finish y no perderme ni una sola de sus pecas y arruguitas del tiempo y de risas regaladas a troche y moche, se puso entre interesante y algo cortado pero hacía como que no se daba cuenta, hacía digo bien, porque empecé a notar extraños seres trepadores por mis piernas, mañosos pies prensiles capaces de ir levantando poco a poco mi falda y encontrar el punto reflejo que hizo que mis rodillas se distanciaran impelidas por una fuerza mágica a la voz del ábrete sésamo y dejar al descubierto mis braguitas negras y rosas de Lise Charmel que hacía una semana acababa de comprarme en
Fresas y Chocolate





Veía como poco a poco, Cesar se hundía en la silla y se agarraba a la mesa para no perder el equilibrio y en su cara un gracioso gesto de dificultad, enseñándome la puntita de la lengua como los niños traviesos cuando aprenden a hacer algo nuevo y divertido.





No pude evitar echar una mirada bajo la mesa y me encontré con una especie de sapo gigante patas arribas que animado por mi risa de un salto desapareció y reapareció en el hueco de mis piernas, sapo que se fue convirtiendo en príncipe pero con su lengua pegajosa y anfibia qué para eso es mi cuento, y que cada vez que la lanzaba glotona se me aparecía más azul , y finalmente atrapó mi crisálida algo aletargada que en su capullo dormitaba y se abrió curiosa, alegre por tanto jolgorio, hasta casi descoyuntarse al salir presurosa a dar su bienvenida a ese aprendí z de san Bernardo que da el aliento a los casos perdidos.





Y entre mis jadeos allá al otro lado de la sala en el corredor de los pasos perdidos, como yo, me pareció adivinar un auditorio atento y expectante al final de este cuento.





Y como princesa buena del siglo XXI imbuida del espíritu de la igualdad y del exhibicionismo, me dispuse a devolver a mi sapo azul su favor, y a mi público el the end esperado y me sumergí en las profundidades de la charca, bajo la mesa.





Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado, y fueron felices y comieron – (se)……………… un instante por siempre jamás .


*laotong – alma gemela del libro Abanico de Seda de Lisa See
Ilustración de Mihaly Zichy

No hay comentarios: