jueves, 5 de marzo de 2009

Estrellas Binarias







A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo” Jean de la Fontaine”








Un día me explicaron que hay estrellas dobles o binarias, parejas de estrellas que se mantienen unidas por la fuerza de la gravitación girando en torno a un centro común, de ello hace ya algún tiempo, no recuerdo cuanto pero lo que sí recuerdo es el día que empezó todo, el 26 de enero.


Soy una pésima conductora y cada vez estaba más cabreada porque tenía que haberles plantado un NO enorme cuando la dirección de mi empresa convencida de que necesitábamos unos días de “convivencia”, se empeñó en encerrar a toda la jauría en un hotelito rural en medio de la nada, por lo que estaba comprobando.


Había dejado atrás las ráfagas de aire caliente con las que había empezado el viaje en Perth en dirección norte y ahora parecía que le tocaba el turno a la niebla, una niebla extraña, la verdad. Creía haber pasado el cruce pero no estaba del todo segura, eran ya cerca de las cuatro y se suponía que hacía una hora que debía haber llegado al paraíso de las plantillas neuróticas de marras, y la señal no aparecía por ningún lado, empezaba a inquietarme, había seguido paso a paso todas las indicaciones, o eso creía, y allí estaba yo por el camino de adoquines amarillos en busca del mago de Oz aunque eso aún no lo sabía.



La niebla desapareció por arte de birlibirloque pero una atmósfera pesada seguía allí y me encontré en un camino que más parecía una pista forestal, la luz roja de la gasolina hacía kilómetros que me hacía guiños buscando mi atención y ahora ya coqueteaba frenética conmigo, me temía que la muy borracha se había zampado los cinco litros de reserva, el móvil no tenía cobertura y el GPS estaba de huelga, mis nervios estaban en el punto óptimo de ebullición para empezar totalmente zen mi retiro de relax y armonía con los mamones con los que convivía la mayor parte de mis días perros.




Al borde ya de la denuncia por violencia física y verbal por parte de mi sufrido coche , dos surtidores y una pequeña tienda casi a oscuras asomaron entre los árboles. Paré, no tenía claro si estaba en servicio aunque la puerta estaba abierta, toqué el claxon insistente cuando lo vi a algunos metros más allá junto a un árbol con un chaleco reflectante , le grité y ni se inmutó, conforme me acercaba a él vi que llevaba unas gafas extrañas y fue entonces cuando reparé en que casi había oscurecido completamente en cuestión de minutos.




Ya junto a él, apenas me miró, creo que fui a sacarlo de su ensimismamiento, me piqué por su indiferencia y en actitud chulesca, quise humillarlo, era guapo el muy jodío:


- Es que aquí no se trabaja.

- Buenos días, señora – me saludó con un gesto torcido- la estación está fuera de servicio desde esta mañana por falta de suministro.
- Y a mí que me cuentas, yo necesito llenar el depósito, imbécil.
- ¿Cómo es que ha llegado hasta aquí? La carretera de acceso está cortada por derrumbe y tardarán algunas horas en abrirla ¿por dónde demonios ha podido pasar?
- ¡Ja! Y a ti que te importa ¿qué es lo que haces aquí parado ?– no me contestó, se limitó a mirar hacia el cielo.
- Señora, no lee los periódicos? si no se quiere dañar los ojos, no mire, siga su camino o entre en la tienda, pero déjeme en paz.




Entonces me acordé, el eclipse de sol, había estado oyendo hablar de él estos últimos días pero yo como siempre en lo mío hacía caso omiso a todo lo que no fuera yo, mi trabajo y lo que me pudiera reportar algo.





Rebotada, me di la vuelta, sin saber donde estaba, sin gasolina y sin posibilidad de comunicarme por el momento con el único ser humano al alcance no tenía más remedio que esperar por mucho que quisiera gritarle y despotricar. Entré en la tienda y busqué un teléfono pero no vi ninguno, casi tuve que tantear porque la luz era mínima, no pude evitar acercarme al ventanal para mirar cuando lo oí entrar.


Se quedó ahí parado detrás de mí, posiblemente decidiendo como echarme, o contando cuantos años le caerían por estrangularme, cuando vi sus manos por encima de mi cabeza con unas gafas como las suyas, me las puso sin una palabra, pero desde ya empecé a sentir que no las necesitaba y que no las necesitaríamos nunca más, y sin volverme, impulsados por Dios sabe qué, miramos hacia el cielo, pareció que era la señal que estábamos esperando porque conforme la noche entraba en el día , las distancias entre nosotros desaparecían, no sé si era él quien se frotaba sobre mí o era yo quien buscaba su contacto, dirigí sus manos por mi cuerpo hasta construirme con ellas un triquini, sus manos eran licra asfixiante que pronto envolvieron mis tres botones, mi cabeza como siempre voló , por fin iba a ser la protagonista de Monsters Ball, o la Jessica Lange del Cartero o Juliette Binoche en Herida, me excitaba imaginándome así, por eso no quería mirarlo, a pesar de que insistía en girarme, no quería sus besos quería su cuerpo y agarrada al expositor la cadena de oro al cuello lo golpeaba bajito a cada empellón suyo, con cada clic sobre el metal era Jeremy, o Jack o todos aquellos hombres que mi fantasía demandaba.




La magia de lo que allá arriba estaba ocurriendo iba penetrando en nosotros y cuando fui tu anillo de fuego ya no era él ni ellos , fuiste tú y ahora sí, quise verte, sin la protección de los extraños lentes, giré mi cabeza, miré tus ojos y me gustó lo que vi en ellos, por primera vez sentí que debía buscar algún lugar sobre el arco iris y como Dorothy, que no había lugar como el hogar y te pedí lo que ya casi había olvidado: ¡ Bésame, hombre de las estrellas !

((Felicidades J.A.))


“Pase lo que pase, nunca pierdas la inocencia” F. Fellini














1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy romantico y bien escrito como siempre. Que emoción contemplar contigo una aunque solo ses una puesta de sol.